Piedras y canteras de Burgos

Cantera de Quintanilla

Antigua cantera de Quintanilla

 

 

Jesús Borro Fernández

Escritor . Ldo. en Ciencias Económicas

 

De mis paseos infantiles por los yermos y ventosos páramos (o parmos en la jerga local) de Pedrosa del Príncipe (Burgos), recuerdo esos afloramientos de piedra superficiales que adquirían una cierta profundidad, y que eran aprovechados por los agricultores como improvisado muladar para depositar cadáveres de vacas y ovejas. Aunque yo no lo sabía, se trataba de canteras improvisadas de la llamada piedra de páramo o piedra riza, tradicional material de construcción en la comarca de Castrojeriz. El contrato para la ejecución de una fuente en Pedrosa con abrevadero de sillería de 1887, especifica que la piedra utilizada «no sea heladiza, y deberá ser de color blanco y uniforme, estando exenta de pelos, salitre o coqueras».

Todavía se aprecian las trazas de antiguas canteras en el pago de Valdenogal y detrás del cotorro del Aro, en el término de Castrillo Mota de Judíos. Esta piedra calcárea, cuyos bancos se alejan en el mapa hasta Pampliega y más allá, definida como «tan dura y vidriada que desobedece al martillo y abre por distinta parte de donde recibe el golpe», ya era citada en el diccionario de Madoz (1846) en la localidad de Barrio de Muñó, donde conformaba la mayoría de sus casas; también en la cárcel pública de Burgos. Hoy la sustituye la piedra denominada de Caleruega, similar en apariencia, y la de otras de canteras de piedra de páramo de la provincia de Valladolid, mucho más porosas y menos resistentes.

En la zona del Arlanza, hasta hace bien poco estuvieron en funcionamiento diversas canteras, pero más para obra pública que como roca ornamental. Históricamente, los mejores yacimientos de caliza de aquella comarca se encontraban en los Calazares (elocuente topónimo, en Paúles del Agua), de donde se extrajo buena parte de la piedra que se empleó en las grandes obras del duque de Lerma, a principio del siglo XVII. También se aprovecharon los frentes del monte de Rabé, entre Quintanilla de la Mata, Rabé de los Escuderos y Fontioso, un paseo por cualquiera de estos tres pueblos nos muestra una abrumadora mayoría de construcciones tradicionales de buena piedra caliza labrada, con muy escasa presencia de adobe, incluso en algunos se aprecian signos de los antiguos canteros que habitaron el lugar. Los lugareños dicen que hasta las tenadas o corrales para el ganado trashumante son de buena sillería, y en la inmediata población de Iglesiarrubia también encontramos grabados en un dintel los instrumentos del cantero: cincel, escuadra, bujarda y sierra.

 

Quintanilla

Iglesiarrubia

Por cierto, que la cubierta de pizarra del fastuoso Palacio del Duque de Lerma, o de su ex Colegiata de San Pedro, son caprichos arquitectónicos contemporáneos, pues originalmente se colocaron tejas árabes, cocidas en los hornos de las tejeras de Quintanilla de la Mata. Otras canteras abandonadas y restauradas las podemos encontrar en el término de Santa Centola (Avellanosa de Muñó), junto a la vía férrea, donde trabajaron presos políticos tras la Guerra Civil. También el desolado paraje del Risco, entre Quintanilla y Fontioso, es una cantera improvisada para la obra de la carretera de Francia, aunque resulta llamativo, que para su encintado –en los años cincuenta del siglo XX- se emplearan listones de granito de las canteras de Mingorría, en Ávila, por lo que es frecuente encontrar ese material reaprovechado en las abundantes tenadas que se localizan en la zona.

 

Saltando hasta la comarca de Juarros, encontramos la piedra roja de San Adrián, veteada, muy heterogénea y de gran dureza, presente en la mayoría de pueblos del entorno, y que también apreciamos en dinteles de algunas casas antiguas del pueblo viejo de Gamonal. Solo unos kilómetros más al norte, en el valle del río Oca hallamos una curiosidad geológica, con un tipo de piedra yesífera empleada en la construcción; como estamos viendo, la característica fundamental de la piedra natural a lo largo de la Historia ha sido su dificultad para el transporte, por lo que resulta evidente que siempre se tendió a utilizar como material constructivo la cantera más próxima al lugar, fuera ésta de piedra blanca, negra, pizarra, arenisca, esquisto o yeso, como es el caso. Cueva Cardiel, Villalmóndar y Villalbos son pueblos del valle del río Oca donde encontramos este tipo de piedra de yeso cuyos cristales brillan en las venerables fachadas, el último topónimo, Villa-Albos, deja bien a las claras la importancia de esta blanquecina piedra en su historia.

 Villalbos

En la capital burgalesa es de sobra conocida la piedra blanca marfileña de las canteras subterráneas de Hontoria, con la que se construyó la Catedral de Santa María, el Palacio de la Diputación Provincial, la Casa del Cordón, Capitanía, la sede de Caja Círculo… imposible encontrar una piedra más representativa de la ciudad. Lo mismo ocurre con la omnipresente arenisca de tono beige-amarillento de la zona de Pinares, cuyo reinado se alarga desde Salas de los Infantes hasta las provincias limítrofes de Soria y La Rioja, pródigas en areniscas, algunas de ellas poco fiables, como la piedra de Cuzcurrita del Río Tirón, donde se tiene oído el dicho «eres peor que la piedra de Cuzcurrita», en alusión a la escasa consistencia de esta arenisca riojana.

En el norte de la provincia, en las Merindades, se extrae otra arenisca que lleva el nombre de Sotoscueva-Valdeporres, de color crema y con vetas de óxidos, que con el tiempo se endurece, como cualquier piedra que permanece a la intemperie. También fue utilizada secularmente la caliza blanca de Escalada o la piedra de Ungo-Nava, arrancada en los aledaños de la localidad de Vivanco, en el Valle de Mena, de color gris, contiene cuarzo y otros minerales y fósiles. Son botones de muestra de la gran variedad geológica de la provincia burgalesa, y si tan solo nos adentráramos unos pocos kilómetros en las vecinas tierras sorianas de Espejón, encontraríamos uno de los mármoles jaspeados (rojos) más famosos de la Península, cuyas canteras se vienen explotando desde la antigüedad, y que ya fueron instalados entre otros muchos recintos sacros, en el trascoro de la Catedral de Burgos en zócalos y columnas a principio del siglo XVII.

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